a un amor
Sentado arranco un suspiro,
suspiro enamorado, ilusionado,
aflorado de una sonrisa de Internet.
Mi boca no habla, desea tus ósculos.
Mi alma siente tu nombre,
escrito en mi corazón.
¿Dios porqué me diste tanto amor?
LA BRISA DEL AMOR.
Aquella mañana, Flor se levantó; aun con las
esperanzas de volver a verlo. La sonrisa
dibujada en sus labios, contaba su felicidad.
Aun era muy temprano y quizás, dormía en su
plácido sueño:
- ¿Quizás no? Brilló la idea en su mente.
La habitación, de ancha ventana, atrajo su
atención. La cortina rosa de flecos blancos,
dejaba traslucir la luz llegada de la mañana;
y repentinamente lo descubrió:
El amor todo lo puede. Era la luz, traspasando
el todo, y he allí la respuesta.
-¡Si esta! -Exclamó resuelta- Iré a confirmarlo,
finalmente lo susurro disidida.
Aprisa llegó al baño de la habitación, abriendo
el grifo mojo sus manos y para luego, con las
palmas de su mano peinó su larga cabellera.
Acicalada frente al espejo de un metro de
altura, salió hacia el costado de su cama y
donde sobre una mesa de noche descansaba
una pequeña computadora portátil.
Al conectarse, los latidos del corazón crecían
en su pecho, obligandola, al suspiro arrancado
de su pecho, llevar a sus labios la pequeña
botella llena de agua; al fin el frescor llegó a
su alma: Él estaba conectado.
-¡Hola! Exclamó estampando su letra en la
pequeña ventana del chat.
Un silencio, irrumpió la habitación; al otro
lado, en algún lugar, una lágrima rodaba por
una mejilla.
Flor aguardó, dejandose llevar por el
recuerdo:
El cumpleaños de su amiga, alegraba los
corazones de los jóvenes y mujeres que en
aquél instante bailaban al disfrute de la
música de sus años. Fue en aquella fiesta,
cuando Flor, conversando con la dueña del
onomástico, llegó él, aquél de los ojos celestes
y rubia cabellera, José. Flor, quedó
deslumbrada con la sonrisa, afable del
muchacho. Presentados por la dueña del
santo, bailaron hasta cansar el cuerpo. Él la
miraba con una ternura, y que a ella le
encantaba. Flor se dio cuenta que un
sentimiento profundo afloraba desde su
corazón y la hacia sentir feliz. Conversaron de
todo, se conocieron. Mirándolos de fuera,
parecían dos amigos de años, encontrados
en la dicha de una fiesta. Como todo acaba
en la vida, terminó la reunión. En la calle,
acompañada por José, espero el taxi que lo
llevaría a casa. Mientras esperaban, él,
atrayendo con su abrazo, la beso en los
labios; quedando ella en la gloria. Tras
muchas promesas de volver a verse,
ilusionados de encontrar el amor, se dijeron
adiós.
-¡Dios! Volvió a exclamar y pero esta vez su
voz golpeo con el eco de su cuarto.
Un "Hola" a secas apareció bajo el nombre
de José.
-¿Estas bien? Preguntó ella, nerviosa.
Nada, solo un silencio. Un presentimiento caló
hondo en el ser de Flor.
-¿Dime que sucede?
Al otro lado de la linea, finalmente escribió
una frase y que dejó fría a flor.
- Disculpa por esto, soy la hermana de José,
mi hermano falleció anoche.
Flor, derrumbada, dejó su cuerpo caer
completamente sobre la silla y llevándose
las manos a la cara, cubrió el llanto al dolor.
Las lágrimas, cual lluvias de invierno, caían
hacia el suelo, escribiendo con ello, el adiós
al amor.
-¡No, Dios! ¿Porqué? Recriminó buscando
una respuesta.
Aquél día no salió. No fue al velorio. Se sumió
en la mas profunda
melancolía y así la cubrió la noche.
Recostada, abrazando su almohada, seguía
suspirando de dolor.
Al final los brazos de Morfeo la cubrieron y
quedo quieta, silenciosa.
A la medía noche, escuchó un zumbido de su
portátil; la que olvidada, yacía prendida en
el mismo rincón. Soñolienta, guío sus
ojos hacia el aparato y en cuya pantalla, una
pequeña luz azul centellaba con insistencia.
Rápida, se levantó y fue hacia ella, guío
el puntero sobre la luminosa luz y pico.
-¡Dios no puede ser! Exclamo compungida.
Al leer la primera frase escrita a letras
rojas.
-¡Es absurdo! Volvió a recalcar a viva voz.
¡Tú estas muerto!
La frase decía: Te sigo amando.
Mientras, las campanas, de la vieja Iglesia
del monasterio, daban las doce de la media
noche.
(Continuara...)
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