Wednesday, June 10, 2009

a un amor

Sentado arranco un suspiro,

suspiro enamorado, ilusionado,

aflorado de una sonrisa de Internet.

Mi boca no habla, desea tus ósculos.

Mi alma siente tu nombre,

escrito en mi corazón.


¿Dios porqué me diste tanto amor?



LA BRISA DEL AMOR.


Aquella mañana, Flor se levantó; aun con las

esperanzas de volver a verlo. La sonrisa

dibujada en sus labios, contaba su felicidad.

Aun era muy temprano y quizás, dormía en su

plácido sueño:


- ¿Quizás no? Brilló la idea en su mente.


La habitación, de ancha ventana, atrajo su

atención. La cortina rosa de flecos blancos,

dejaba traslucir la luz llegada de la mañana;

y repentinamente lo descubrió:


El amor todo lo puede. Era la luz, traspasando

el todo, y he allí la respuesta.


-¡Si esta! -Exclamó resuelta- Iré a confirmarlo,

finalmente lo susurro disidida.


Aprisa llegó al baño de la habitación, abriendo

el grifo mojo sus manos y para luego, con las

palmas de su mano peinó su larga cabellera.

Acicalada frente al espejo de un metro de

altura, salió hacia el costado de su cama y

donde sobre una mesa de noche descansaba

una pequeña computadora portátil.


Al conectarse, los latidos del corazón crecían

en su pecho, obligandola, al suspiro arrancado

de su pecho, llevar a sus labios la pequeña

botella llena de agua; al fin el frescor llegó a

su alma: Él estaba conectado.


-¡Hola! Exclamó estampando su letra en la

pequeña ventana del chat.


Un silencio, irrumpió la habitación; al otro

lado, en algún lugar, una lágrima rodaba por

una mejilla.


Flor aguardó, dejandose llevar por el

recuerdo:


El cumpleaños de su amiga, alegraba los

corazones de los jóvenes y mujeres que en

aquél instante bailaban al disfrute de la

música de sus años. Fue en aquella fiesta,

cuando Flor, conversando con la dueña del

onomástico, llegó él, aquél de los ojos celestes

y rubia cabellera, José. Flor, quedó

deslumbrada con la sonrisa, afable del

muchacho. Presentados por la dueña del

santo, bailaron hasta cansar el cuerpo. Él la

miraba con una ternura, y que a ella le

encantaba. Flor se dio cuenta que un

sentimiento profundo afloraba desde su

corazón y la hacia sentir feliz. Conversaron de

todo, se conocieron. Mirándolos de fuera,

parecían dos amigos de años, encontrados

en la dicha de una fiesta. Como todo acaba

en la vida, terminó la reunión. En la calle,

acompañada por José, espero el taxi que lo

llevaría a casa. Mientras esperaban, él,

atrayendo con su abrazo, la beso en los

labios; quedando ella en la gloria. Tras

muchas promesas de volver a verse,

ilusionados de encontrar el amor, se dijeron

adiós.


-¡Dios! Volvió a exclamar y pero esta vez su

voz golpeo con el eco de su cuarto.


Un "Hola" a secas apareció bajo el nombre

de José.


-¿Estas bien? Preguntó ella, nerviosa.


Nada, solo un silencio. Un presentimiento caló

hondo en el ser de Flor.


-¿Dime que sucede?


Al otro lado de la linea, finalmente escribió

una frase y que dejó fría a flor.


- Disculpa por esto, soy la hermana de José,

mi hermano falleció anoche.


Flor, derrumbada, dejó su cuerpo caer

completamente sobre la silla y llevándose

las manos a la cara, cubrió el llanto al dolor.

Las lágrimas, cual lluvias de invierno, caían

hacia el suelo, escribiendo con ello, el adiós

al amor.


-¡No, Dios! ¿Porqué? Recriminó buscando

una respuesta.


Aquél día no salió. No fue al velorio. Se sumió

en la mas profunda

melancolía y así la cubrió la noche.


Recostada, abrazando su almohada, seguía

suspirando de dolor.


Al final los brazos de Morfeo la cubrieron y

quedo quieta, silenciosa.


A la medía noche, escuchó un zumbido de su

portátil; la que olvidada, yacía prendida en

el mismo rincón. Soñolienta, guío sus


ojos hacia el aparato y en cuya pantalla, una

pequeña luz azul centellaba con insistencia.

Rápida, se levantó y fue hacia ella, guío


el puntero sobre la luminosa luz y pico.


-¡Dios no puede ser! Exclamo compungida.

Al leer la primera frase escrita a letras

rojas.


-¡Es absurdo! Volvió a recalcar a viva voz.

¡Tú estas muerto!


La frase decía: Te sigo amando.


Mientras, las campanas, de la vieja Iglesia

del monasterio, daban las doce de la media

noche.


(Continuara...)







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